“Fue por la siembra en la duna
Y el yermo bajo ladrillos
Más, la soledad habitada
Que anulo la inquietud
Por lo único
Que puede preguntar
El horizonte”.
¿Una pregunta?, y usted piensa ¿qué tiene de particular, distinto o que posea un carácter subversivo una pregunta?, pero no es por la pregunta en sí, sino en aquello que la hace detonar, ¿qué?, el mirar, y para ello usted necesita de tiempo y de un instante donde su cabeza -no esté- ocupada por sus intereses, obligaciones etc. ¡ah!, y posea distancia para poder observar, todo eso conjugado posicione el curioso “emerger” llamada pregunta.
Unas correlatividades de sucesos se encadenen para que esa pregunta, no ligada a las necesidades mundanas -emerja-, lo que nos plasma la relación neuronal del cerebro y las relaciones recién señaladas del ámbito mental, la dependencia o cierta independencia de la mente respecto al cerebro, y usted nuevamente escéptico se diga, ¿pero no se exagera con todo eso?, pero acaso usted ¿no tiene cerebro y no posee una mente?, bueno, esa es la relación que la neurociencia sostiene respecto a la relación cerebro, mente o una materialidad y una idealidad.
Todo el mundo espiritual, energético, religioso, chamánico nos plantea una realidad no tan material y vinculada a espacios, regiones celestes, donde manda la sutilidad, sensibilidad e inteligencia y fuente de mantras, oraciones, meditaciones, reflexiones y cuantos sentidos más y refracten a la brutalidad instalada del mundo de las dunas sembradas y los yermos bajo ladrillos y la peor de todas, teniendo al horizonte a la mano, no se lo mire y con ello, ausencias de preguntas.
Entonces, con fiestas, eventos, festividades y spot publicitarios se tape el horizonte tras el silencio funcional de siempre, asesinando al ser y a las preguntas.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias